Así denomina un famoso diario, antiguamente denominado independiente de la mañana y en la actualidad global, la última “creación” del artista Miquel Barceló en la sede de las Naciones Unidas de Ginebra. Capilla Sixtina, ni más ni menos.
Si me han seguido durante todo este tiempo, sabrán la admiración que profeso por el arte contemporáneo o moderno. Sencillamente ninguna, salvo raras excepciones. Me llama la atención por cierto, que para denominar una obra moderna como algo grandioso y único lo hagan comparándola con la mejor obra, símbolo del Renacimiento y de uno de los artistas más impresionantes y únicos que ha dado el mundo de las artes, Miguel Angel Buonarroti. ¿Por qué no se compara la obra de Barceló con alguna obra famosísima de arte moderno? Sinceramente, porque casi nadie conoce el arte moderno.
La Capilla Sixtina tardó en ser decorada más de cuatro años y fue llevada a cabo exclusivamente por el genio tumbado sobre andamios de cara al techo, mientras que esta otra cúpula ha necesitado de la colaboración de 15 ayundantes empleando un año para su finalización. Independientemente de las características de las obras, creo que el esfuerzo empleado por sus creadores en cada una de ellas dista de ser ni siquiera parecido (lo mismo echar chorros de pintura con un "bazoca" que la delicadeza en los trazos del genio italiano). Por no hablar del dinero que se ha llevado cada uno, salvando las épocas. Bajo mi punto de vista, la clave está en la inspiración de cada autor, que en un caso fue Dios y en el otro, algo sin duda más terrenal (y el ejemplo de La Alhambra, como inspiración divina y obra maestra de la arquitectura árabe, también es válido). No hay más que comprobar que los grandes genios del pasado morían la mayoría en la más absoluta pobreza mientras que ahora ganan dinero a espuertas. Aunque ni tanto ni tan calvo, que todo debe llevar su justa medida.
Pero analicemos las palabras de su creador. Explica Barceló acerca de su obra que ha intentado representar la “superficie oceánica de la Tierra y sus oquedades más escondidas” y todo esto entronca con el nombre de la sala, la de Los Derechos Humanos y La Alianza de las Civilizaciones. Lo que más gracia me hace son las explicaciones que da acerca de su obra porque no falla, siempre que nos enfrentamos a este tipo de arte el mérito está en titularlo dando una explicación extravagante. Está de más lo percibido a simple vista porque lo que uno interpreta nunca coincide con la explicación del autor (ni siquiera las mentes más expertas). Y para muestra el post que escribí hace unos meses y que nadie, excepto una persona, acertó la obra que se ubica en las calles de Alcorcón a tenor de la explicación dada por el autor.
Pero volvamos al poderoso caballero don dinero. La realidad es que la pasta siempre la pone el mismo: el sufrido contribuyente que ve como sus impuestos van destinados a pagar este tipo de arte sin que además pueda participar directamente de él. 20 millones de euros ha costado la obra donde el erario público español ha aportado el 40% y encima 500.000 euros han sido sacados de la partida de Ayuda al Desarrollo, es decir, de comida, entre otras cosas, destinada a la gente que pasa hambre en el mundo. Por cierto, el artista y su equipo se han embolsado la bonita cantidad de 6 millones de euros. Algo ejemplar viniendo del socialismo español: socialismo de pastel.
Ahora bien, viendo las fotos y el acto de inauguración, me apuesto varias cañas con cualquiera de ustedes que la mayoría de invitados que decían estar atónitos bajo la obra de Barceló, estaba deseando que el acto acabara pronto, entre otras cosas, por el leve olor a pintura y porque no fuera a ser que alguna de las estalactitas de resina fuese a caer, yéndose al traste la Alianza de Civilizaciones del Sr. Rodríguez Zapatero.
Esperemos que Miquel Barceló no deje en mal lugar algún día a nuestro presidente.
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